anoche


A las cuatro de la mañana
el reloj deja de sonar.
Ya no hay pájaros cantores,
ya no es hora de cenar.
Los niños sueñan sus sueños,
frágiles como el cristal,
pobres almas sin un dueño
que no saben dónde van.
Ya no existen las trompetas
ni las nubes de algodón.
¿Dónde quedan los recuerdos
perdidos en ese vagón?
La gente no se pasea,
ya es hora de cerrar.
No hay Calixto y Melibea,
somos dos para cenar.

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