Dos de ocho


Castillos en el aire. Castillos de papel que se deshacen con la lluvia caer.
Los días pasaban lentos sin ella, pero cuando sin querer nos cruzábamos entre los escalones del portal, todo merecía la pena.
Nervios. Sudor.
Sentía hambre de ella, de su risa. Que mi corazón sólo latía cuando ella cerca estaba.
Y lo demás aire, y lo demás nada.
Como un gato, su melodía se colaba por mi ventana. Acariciaba mis oídos, se deslizaba por mis labios. Sentía sus besos sin ser besado, sentía sus dedos acariciando mi pecho.
Y mis noches la dibujaban entre sueños con olor a tabaco y whisky. Mis dedos de pianista de máquina de escribir, golpeteaban letras que escribían su nombre. Su olor en mi almohada, sin haberla rozado. Su risa en mi espejo, sin haberse reflejado.
Podría ser. Podría haber sido.
Y la noche moría, y no amanecías conmigo. Twitter icon

1 estrellas fugaces:

Anónimo dijo...

" ...y los rastros de mis lágrimas, construyeron su recuerdo" ;)



un viejo sátiro

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