Ella


Ella no quería un marido, sólo una mascota que tener entre sus brazos. Un perro al que acariciar en la noche, alimentar en el día, y olvidar en casa durante las vacaciones. Ella quería una pecera llena de romances a los que alimentar de vez en cuando, y tenerlos allí nadando, nadando.
Ella no quería un aniversario, sino trescientas seseinta y cinco noches. Ella no quería flores, sino capullos. Ella no quería velas, sino llamas.
Ella no quería querer. Ella no quería nada.
Ella no me quiso. Ella no se quería.
Sólo sentir el sudor le daba vida. Los gritos eran su comida, y su agua los besos de conocidos de una noche.
Ella tenía mil nombres y ninguno le gustaba. Ella era la esposa, la amante, la amiga. La fruta prohibida, el peligroso placer.
Ella no respiraba. Ella no existía. Ella despertaba una vez al día, al calor de besos en el cuello, y moría con el último latido de la medianoche.
Todos hablaban de ella. Ninguno la conocía. Ni siquiera su reflejo sabía decir quién era. Porque tenía mil caras, porque ninguna era la suya.
Ella vivió a ratos, y murió una sola vez. La vez que miró que nadie la miraba. La vez que se vio envejecer.
Y ella nunca durmió sola, sino con el olor de cien hombres distintos en su almohada.
Ella, a la que tantos amaban. Ella.
Reina de nada. Twitter icon

1 estrellas fugaces:

Anónimo dijo...

en lo que llevo leído hasta ahora, lo "prohibido" es un tema recurrente en tu obra (no importa, para eso es tu blog, y tus escritos).

La dificultad no me ha surgido por cuestión de categorizaciones morales, conste.
El hecho de presentar "lo prohibido", siempre asociado al cuerpo, al deseo, al placer, no sé... dificulta que el lector pueda otorgar a "prohibido" (en el contexto) más de un significado.


un viejo sátiro

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