Reina de Babilonia


Su cuerpo se resbalaba entre los dedos como gotas de lluvia en un coche a la medianoche. Pero no había luz. No había oscuridad.
Gemía. Se revolvía entre su ropa, tirada por el suelo sin preocupación alguna.
La angustia le podía, pero le pudieron más las ganas.
El pecado siempre iría a su lado, como un gato negro tras la esquina, pero el Diablo susurraba a su oído.
Calla. No sigas.
Adelante. Para.
Recuerda que aún respiras, recuerda que aún vives, como un cigarro fumado demasiado deprisa, como un libro leído en una única noche.
Como un beso dado sin darse cuenta.
Como perder la inocencia en la parte de atrás de un viejo Renault.
Y tras la ventanilla, el mundo parecía demasiado pequeño en ese momento.
Y tras la ventanilla, su vida.
Era de noche, y no había luz alguna. Ni siquiera en sus ojos, cuando dejaron de ser los de una niña. Twitter icon

0 estrellas fugaces:

Publicar un comentario