Filmografía de una mentira


Sus manos y mis manos se hicieron una, y por un momento, sentí como sus latidos se hacían míos en una especie de ecuación incompleta que respiraba al universo. Un beso, sólo un beso, habría valido para hacerme perder el sentido. Pero ese beso nunca fue dado.
- Tengo que irme - como siempre, despedidas anticipadas.
Me perdí un momento el horizonte. Si pudiese huir, ¿dónde iría? De pequeño habría pensado en China. Hay tanta gente que jugar al escondite duraría una vida. Quizás un hueco en una jungla colombiana. No, allí no hay espacio para los sueños.
Pero crecimos, pero se rompio. Todo muere, hasta el Rock & Roll. ¿Quién soy yo para impedir a un sentimiento ir al cementerio? Un cementerio de elefantes, algo tan grande no puede meterse en cualquier caja.
- ¿Estás bien? - sus palabras me despertaron de mi mundo. ¿Estaba bien? Ni siquiera yo lo sabía. Asentí torpemente con la cabeza, sin saber si eso podría considerarse una mentira.
- En serio. Me voy. Voy a perder el autobús.
Intenté pararlo. Un te quiero. Porque te quiero, o te quería. No te vayas. Quédate. Juntos hacemos que el mundo sea un poco menos oscuro. Juntos no tengo miedo. No quiero perderte. Sería estúpido, como una cama sin colchón, una pecera sin peces o un reloj sin minutero. Juntos somos todo, mucho más que dos. Eso es economía ¿verdad? El todo es más que la suma de las partes.
Un paso, otro. El humo se eleva, se condensa y desaparece. Pero yo no quería que fueses humo. Mis pies clavados en la acera, mi boca no era capaz de decirte nada. ¿Qué hago? Quiero morir. No me merezco ésto. No nos lo merecemos. ¿Por qué te vas?
Entonces, te giras. Y mi mundo se gira contigo.
- Me he dejado algo - y te acercas, intentando que no note que tus ojos se empañan como lluvia de Marzo. Te miro y miro a través de ti. Y tus labios con los míos, y todo muere y nace, y mi pecho se pierde contra el tuyo. Y tú. Y yo. Y nosotros.
- Vas a perder el autobús - digo. Y quiero que lo pierdas. Quiero que me digas que no te importa, que tu autobús está aquí, conmigo. Pero no me atrevo a decirlo, y no me atrevo a mirarte.
- Vendrán otros autobuses. Y no todos tienen que alejarme. Otros me traerán de vuelta contigo.
- Te quiero. En serio. Mucho. No sabes cuánto - y mis ojos se rompen, dejando una lágrima perderse por el desfiladero de mi mejilla.
Y la cámara se aleja. Y una voz retumba por todo el decorado.
- Corten. Buena toma. Hemos acabado. ¡Gracias! - dice él, titiritero, desde su silla reclinable desde la que controla todos nuestros parpadeos.
Y tú me sonríes. Y te sonrío. Y te alejas, pero esta vez sin guiones que te traigan de vuelta.
Y yo me quedo ahí, sentado. Con un beso fingido aún palpitando en mis labios. Viéndote desaparecer tras el decorado. Tu vida, tu familia. Y yo amor sobre papel, en pantallas de todo el mundo, pero nunca en tus ojos, por mucho que el guión te obligue a morir por mí.
Y yo allí, sin atreverme a sentir. Pensando que, en realidad, no tienes ni idea de cuánto te quiero. Twitter icon

0 estrellas fugaces:

Publicar un comentario