segunda


Pequeña mariposa de alcohol
que flotando en la ventana
creyendo que va a despertar
amanece en la mañana
teñida de rayos de sol
gota a gota, nada a nada.
Aunque puede que despiertes
aún siento aquel latido
que revoloteando viajaba
sobre aguas en el Nilo
cada palabra mata,
como parcas y sus hilos.
Puede que te eche de menos
puede que no vuelva a pensar
que sin pensarlo pensaba,
pensamiento a mi pesar,
cuando miro en mi ventana
creyendo que no volverás.
Y como un barquito se hunde
en las aguas de la mar
que salando las heridas
me dice que ya no estás,
que aún quedan mil semanas,
y aún te tengo que esperar.
Y dices que no entiendes
cuando no hay entendimiento
en mis palabras huecas
vacías de sentimiento
como un roble sin sus hojas,
o una flor sin pensamiento.
Sin embargo yo te digo
que no hay nada que entender,
marionetas sin sus hilos
en un juego de ajedrez.
Y sin embargo te cuento
que este momento es perfecto
para decir que te quiero
para decir lo que siento.
Una nueva cabezada,
y otro nuevo amanecer
amaneciendo en mi ventana
a seiscientos pasos de tu piel.
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3 estrellas fugaces:

PINKIYOUTUBE dijo...

ME ENCANTO ESTA HERMOSO *0*

ERES TODO UN POETA :D

Anónimo dijo...

Es ingenio,
señorita Adriana. No es poesía.
Poesía es García Lorca.
Y a callar me apremio,
no ceda el autor en pleitesía
y dicte que por mi osadía,
merezco yo la horca.

Jorge Hernando dijo...

En este Madrid jamás sabe uno a qué carta quedarse en el juego de las valoraciones literarias. El silencio envuelve igual a muertos y a vivos, o peor aún, los envuelve la alabanza pegajosa de los estúpidos, especie de engrudo que deja al artista y a cuanto representa, inabordable e intocable. (...) A los grandes se les deja dormir en su hornacina por puro respeto (...) a los menores se les dispensa el amistoso favor de desdeñarlos. (...) Ante valores coetáneos de los toros de Guisando, tenidos por actuales, todavía es de ritual quitarse el sombrero; subsisten, como el buen paño que no se vende en el fondo del arca, a fuerza de no usarlos. Acuñada una reputación, no corre peligro de desgastarse.

Manuel Azaña.
¡Todavía el 98!
(www.librosalacalle.com)

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